Cuando a Fabiana le “salió el subsidio”, como dice ella, lo primero que hizo fue ir al almacén. Lo segundo, ir a la ferretería. “Me compré un candado grande, lo puse en la reja de adelante. Esa fue la primera vez que mis hijos y yo pudimos dormir tranquilos”, cuenta.
Fabiana no se llama Fabiana. Su nombre fue cambiado para resguardar su identidad. Vive en una provincia del norte de Argentina, tiene tres chicos en la escuela primaria y un ex marido violento que todavía los ronda. Dos veces intentó meterse en la casa, pese a la perimetral. Por eso la alegría de Fabiana con su candado, y su sueño de estreno.
Ella es una de las 152.089 beneficiarias del programa Acompañar, lanzado en 2021 por el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Y tiene, como todas, elogios y críticas para hacer. Entre los elogios, menciona el monto del subsidio (“es más que otros planes”, agrega) y lo rápido que le salió: a los dos meses de haberlo pedido ya estaba cobrándolo. Esa vez, además del candado, se compró un colchón y comida. “Para mí fue una re ayuda. Pero se acabó rápido. Seis meses nomás cobré”, cuenta.
Como ella, muchas beneficiarias se quejan de lo mismo: de lo poco que dura la ayuda, de la poca información que hay sobre estos planes y también de situaciones que son, para ellas, definitivamente incomprensibles. “Mirá, una amiga mía tiene una discapacidad. Averiguó y si le salía el Acompañar, perdía su pensión”, explica.
Como Fabiana, muchas de las beneficiarias reparten enojos y “gracias” entre cada uno de los planes. Precisamente por eso, para conocer de primera mano y por la boca de sus protagonistas cómo se implementan en el territorio tres de los programas nacionales lanzados para combatir la violencia de género –Acompañar, Acercar Derechos y Producir-, la ONG feminista Equipo Latinoamericano de Justicia y Género investigó durante meses cómo funcionaban estas iniciativas. Lo hizo en el marco del programa Cerrando Brechas y con financiamiento de la Unión Europea. Este es el primer diagnóstico evaluativo a cargo de una organización de la sociedad civil sobre el rumbo, los resultados y los desafíos que aún enfrentan esos tres planes.
Según se precisa en el trabajo, desarrollado en cuatro localidades de cuatro provincias argentinas del norte, centro y sur, los tres programas fueron seleccionados para la evaluación porque ellos “responden a la importancia que la autonomía económica y el acceso a la justicia tienen para prevenir y erradicar la violencia doméstica”.
Dicho de otro modo, romper con el círculo de la violencia es muy complejo –por no decir imposible- cuando no se cuenta con un mínimo de seguridad económica, de acompañamiento y de posibilidades concretas de generar ingresos. Y esto es, en principio, lo que los tres programas –aunque con variantes- buscan resolver. El Acompañar, por ejemplo, está dirigido a personas que sufran o hayan sufrido violencia de género y propone un “acompañamiento psicosocial”, además de una ayuda económica equivalente a un salario mínimo por seis meses.
El Producir, en cambio, se plantea como una posibilidad de que las beneficiarias se integren a algún proyecto productivo en el marco de una organización social. Así, pueden invertir en su trabajo para hacerlo crecer. ¿Por cuánto tiempo? Ocho meses. El Programa Acercar Derechos, por último, “se diferencia de los otros dos porque opera en el ámbito del acceso a la justicia, brindando asesoramiento y construyendo puentes de acceso”. ¿Brinda patrocinio jurídico gratuito? No, y ése es un problema porque las mujeres se acercan a él buscando precisamente eso: un abogado, alguien que las guíe en el bosque judicial.
Si bien la recepción general de los programas es positiva y las beneficiarias destacan, por ejemplo, que el subsidio del Acompañar equivalga a un salario mínimo y les permita hacer algunas cosas más que otros programas, aseguran que la duración es muy breve, que ninguno contempla las necesidades de asistencia psicológica de hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia, que algunos trámites son muy engorrosos y que, entre otras cuestiones, los programas “se cortan” antes de que muchas hayan podido superar la situación de emergencia.
Fuente: Marie Claire