De la noche a la mañana una pareja se terminó y el escándalo comenzó. Con una simple historia en Instagram Wanda Nara, modelo y empresaria, confirmó su separación de Maura Icardi, su esposo desde el 2014 y a quien le maneja su carrera futbolística. “Otra familia más que te cargaste por zorra”, fue el mensaje. Inmediatamente apareció en los medios del nombre de la “tercera en discordia” como rápidamente la llamaron: Eugenia “China” Suarez. Dos mujeres fuertes, de grandes opiniones y renombre, amantes de las redes, todo lo necesario para que los medios de comunicación se dieran un festín.
Se podría decir que tanto Suarez y Nara son dos personajes que generan tanto odio y repudio como amor y admiración. Las dos son protagonistas delos medios ya sea por las fotos que suben en su redes, las cosas que dicen, sus looks y en especial, sus relaciones. En 2014 Nara se casó con el jugar de fútbol Mauro Icardi. Por su lado, Suarez venía de su propia relación junto con el actor chileno Benjamín Vicuña, con quien había terminado su relación este año. En el momento en que Nara subió esa historia a su Instagram, en la cual daba a entender su separación y un posible engaño, las cámaras apuntaron a la actriz quien se encontraba en España filmando una película.
En cuestión de horas se desarrolló toda una historia: la separación, la confirmación de un intercambio de mensajes, un viaje a Italia, una ausencia de los entrenamientos y una persecución mediática. Pero en quien sin duda se centró la atención, fue en Suarez. Esta historia ya la habíamos vivido, cuando la modelo Pampita Ardohain acusó a Suarez de haber sido la culpable de su divorcio con Vicuña. Allí comenzó la construcción de la imagen de Suarez, quien rápidamente fue tildada de “come hombres”, “rompe hogares”, “roba maridos”, entre tantos otros adjetivos.
Poco o nada se habló de Icardi. Con respecto a él solo había preocupación sobre como esta situación podía impactar en su carrera futbolística. A él no se le pidieron explicaciones, no se le acusó ni maltrató. Por el otro lado, los medios fueron rápidos en construir a Nara como la víctima de la historia, la pobre mujer engañada mientras que Suarez era lo peor delo peor, la zorra y la puta. En la nota titulada El Icardigate y la boina del patriarca(do) publicada en Feminacida detallan: “El señalamiento para las mujeres que “traicionan” nunca es el mismo que para los varones que son “infieles”. La lente con la que se analiza esa situación siempre es dispar y sostiene estereotipos que continúan acentuando el viejo y conocido cuento del amor romántico que te obliga a tomar posición entre la madre de hogar y la puta provocadora”.
La historia del amor romántico nos obliga a pesar en una relación hetero normativa estereotipada donde el varón trabaja mientras la mujer se queda en casa con les niñes, en la cual el amor todo lo puede y la mujer siempre debe ser la que perdona. Cuando es el varón quien traiciona, se lo considera un desliz y la pelota está en cancha de ella para perdonarlo. Pero cuando la mujer traiciona, es tildada inmediatamente de puta y rompe hogares, quien no merece respeto ni perdón. Así se planteó la imagen de Nara durante este escándalo.
Por el otro lado, Suarez fue establecida como la victimaria, como la mujer sin escrúpulos, como la “zorra”: ”La zorra es más que una puta, más que una gata y más que una perra. Es una hembra sublimada por lo animal. No es una mujer en el sentido moldeado de las mujeres. No está adoctrinada, no es sumisa, no es fina, no tiene códigos, no va con los valores. Huele y ataca como si seducir fuera atacar y si el instinto femenino existiera (Simone de Beauvoir se revuelca en su tumba) pero no para ser madres, sino para ser zorras”, explica la periodista feminista Luciana Peker.
En su descargo de defensa, Suarez hizo referencia a su “inexperiencia” y a los varones que “guardaron silencio y dejaron que me comieran los lobos”. La periodista Mercedes Funes destacó sobre Suarez: “Claro que es víctima. De una exposición que no buscó. Del descuido de su amante y del padre de dos de sus hijos, que tal vez no sean más conquistadores seriales que ella, pero sí más misóginos, si es cierto que son capaces de difundir sus fotos íntimas y de referirse a ella con los más crueles apelativos. De una sociedad pacata a la que le alcanzó con la palabra zorra para juzgarla. Del vacío a la que su círculo cercano la habría condenado sin más, y del temor que puede generar en otras mujeres una belleza tan descomunal. Es triste que sienta que también es víctima de su deseo, que para librarse de culpa hace falta decir que ‘la engañada’ fue ella”.
Mientras Nara e Icardi se reconciliaban, reflejándolo en decenas de fotos en las rede sociales, Suárez continuó siendo el centro de las bromas, memes y notas. La periodista Mariana Carbajal escribió una nota con un “decálogo para seguir el escándalo”. “No hay “robamaridos”. Los maridos tienen capacidad para aceptar o rechazar una propuesta sexual y/o amorosa. La culpa no es de ellas. ¿O es que si la rechazan ellos se sienten menos machos o creen que sus pares los van a ver así?”, destaca en el primer punto dejando en claro que nadie es pertenencia de aquella persona con quien está en una relación o en un matrimonio.
Mientras el escándalo se calma e Icardi sigue su desfile de disculpas en las redes sociales, quienes analizamos los medios con una perspectiva feminista seguimos pensando nuevas técnicas para dejar de reproducir estereotipos machistas, que construyen imágenes antagónicas de las mujeres en las cuales lo bueno es lo tradicional y el deseo te vuelve una zorra.