Si el trabajo doméstico fuera remunerado, sería la actividad con mayor aporte a la economía. Hablamos de las tareas de limpieza de la casa, aseo y arreglo de ropa, preparación y cocción de alimentos, compras para el hogar, reparación y mantenimiento del hogar, actividades que recaen principalmente en las mujeres y que no tienen retribución económica.
En 1983 durante el segundo encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe se declaró el 22 de julio como el día internacional del trabajo doméstico no remunerado con el objetivo de contribuir al reconocimiento de la labor de las mujeres dentro de los hogares, en relación a las actividades consideradas como tareas de cuidado.
Los números no mienten. En Argentina las mujeres participan en las actividades domésticas no remuneradas en un 89.9%, 20 puntos más que los varones, quienes realizan un 68.3%, según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo realizada por el INDEC entre octubre y diciembre del 2021. En promedio el 30.6% de las mujeres participa del cuidado de otros miembros de la familia mientras que los varones sólo lo hacen en un 18.9%. El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa el 15.9% del producto bruto interno, superando a la actividad industrial (13,2%) y al comercio (13%).
La visibilización de estas actividades y su impacto en la vida de las mujeres es una demanda de los movimientos feministas de Argentina y de la región. Esta sobrecarga de tareas tiene graves consecuencias en sus vidas ya que aumenta sus desventajas en el mercado laboral remunerado y limita sus posibilidades de autonomía física, económica y de toma de decisiones. Es por eso, que se deben impulsar políticas públicas que contemplen la desigual distribución del trabajo de cuidados para brindar herramientas de inclusión en el empleo remunerado de calidad, reducir las brechas de género y socioeconómicas que esto produce y reproduce.
Lo que se evidencia es que la normativa, los servicios y la infraestructura existentes son insuficientes para asegurar el derecho al cuidado de forma equitativa y que tenemos una deuda enorme de generar las condiciones para una mayor corresponsabilidad entre los géneros, para desfeminizar el cuidado pero también de dejar de sobrecargar a las familias y otorgar mejores condiciones para atender a las responsabilidades familiares, personales y laborales desde las políticas públicas y la normativa desde un enfoque de derechos y de equidad.
La corresponsabilidad de tareas es fundamental. Implica el reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, tales como su organización, el cuidado, la educación y el afecto de personas dependientes dentro del hogar, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida de mujeres y hombres. La extensión de las licencias paternas es una de las herramientas que necesitamos para avanzar en la corresponsabilidad. El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado no puede seguir recayendo en las mujeres. Debe ser una responsabilidad compartida.