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Es por acá: la necesidad de la inversión económica para salir de la violencia de género

La nueva investigación de ELA presenta un análisis evaluativo de la implementación local de tres programas fundamentales para abordar las situaciones de violencia por razones de género: los Programas Acompañar, Acercar Derechos y Producir, liderados por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación (MMGyD).
21 Dic 2022

“Yo pienso en mi hija y se me viene lo que yo pasé y no quiero que le pase lo mismo… hay que estar ahí para acompañar a las mujeres”. Con la voz de las mujeres es como mejor lo entendemos. Salir del círculo de la violencia no es fácil y menos cuando no se tienen redes de contención, recursos económicos o se encuentran día a día con barreras para acceder a la justicia. Desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad se diseñaron e implementaron los Programas Acompañar, Acercar Derechos y Producir con el objetivo de prevenir y erradicar la violencia doméstica, la principal causa de los femicidios en nuestro país. Pero, ¿cómo funcionan estos programas?

La investigación Es por acá: construir políticas contra las violencias en el territorio, que realizamos desde ELA en el marco del proyecto Cerrando Brechas II, financiado por la Unión Europea en Argentina, presenta un análisis evaluativo de la implementación local de estos tres programas y pone en primera persona las experiencias de las mujeres que se vieron beneficiadas por estos planes. Estos programas, son un gran punto de partida para fortalecer la autonomía económica y brindar un sostén a aquellas mujeres y personas LGBTIQ+ que buscan salir de la violencia, pero como descubrimos, hay mejoras posibles que se pueden hacer para garantizar el cumplimiento de los objetivos propuestos de manera eficiente y efectiva.

Entre otras cosas descubrimos que mientras es positivo que para acceder a estos programas no es necesario que las mujeres y personas LGBTIQ+ presenten denuncia policial ni judicial, varias mujeres entrevistadas nos comentaron que en algunos casos si les exigieron las denuncias. Esto demuestra los problemas de comunicación entre el MMGyD y la población a la cual estos programas busca llegar.

“El subsidio fue de gran ayuda. Sería bueno que la ayuda psicosocial esté más cercana, accesible y clara porque en ese momento estaba muy sensible y no quería exponerme a hablar en un grupo. Más tarde, de manera individual pude retomar terapia”. El estrés y agotamiento de las situaciones de violencia que atraviesan no solo las afecta a ellas, sino a sus hijas e hijos.

Alquiler, pañales, colchones, comida, incluso materiales para la construcción de sus casas o candados para garantizar su seguridad. Las necesidades de mujeres y personas LGBTIQ+ son básicas, pero fundamentales para comenzar el recorrido para salir de la violencia. De todas formas, todas las entrevistadas coincidieron en que no es suficiente ni el monto ni el periodo en que se recibe para lograr la autonomía económica que se propone. “Cuando se acaba el apoyo económico hubiera estado bien que nos consiguieron un trabajo fijo. Yo había entendido que capaz nos podrían incluir de manera fija en algún trabajo y eso no pasó”, comentó una mujer entrevistada.

Es por acá: la necesidad de la inversión económica para salir de la violencia de género

¿Cuáles son los 5 datos clave de la investigación?

1- El Acompañar y el Producir buscan brindar un acompañamiento psicosocial y promover la autonomía económica de las personas en situación de violencia de género. Pero su duración es acotada (entre 6 y 8 meses, según el programa) y no responde a los tiempos que implica para las mujeres y sus familiar salir del círculo de la violencia.

2- En el caso del Acompañar, sus 152.089 beneficiarias de todo el país se encontraban en distinto nivel de riesgo y diferentes necesidades al momento de acceder al programa. El programa debe contemplar intervenciones diferenciales según el nivel de riesgo y vulnerabilidad socioeconómica. Además, no puede ser incompatible con otras prestaciones sociales que cobran las personas con discapacidad y madres de 7 hijos/as o más. Incorporar una perspectiva de interseccionalidad requiere tener en cuenta estas situaciones múltiples de vulnerabilidad y diseñar políticas que las incluyan.

3- Como hay una relación directa entre la experiencia de la violencia y la imposibilidad de abandonar el hogar por motivos económicos, dos de estos programas trabajan directamente sobre la autonomía económica de las beneficiarias. Pero al finalizar el programa, si no se ofrecen oportunidades reales de inserción laboral y socialización de las tareas de cuidado, quedan nuevamente sin recursos y en riesgo.

4- 98% de las beneficiarias del programa Acompañar habían sufrido violencia doméstica por parte de parejas o ex parejas. Pero sólo 5% recibió un botón antipánico y menos del 2% consiguió medidas de seguridad en su domicilio. La atención psicológica y patrocinio jurídico gratuito son servicios que demandan con urgencia pero que escasean y son de muy difícil acceso.

5- Los femicidios en Argentina disminuyeron en un 13% y si bien aún queda mucho por hacer al respecto, sin duda estos programas han colaborado en esa reducción de la forma más extrema de la violencia contras las mujeres.

La salida a la crisis sanitaria y económica no es posible si no se atacan en paralelo las causas más estructurales de la desigualdad social: la violencia de género que impacta en las mujeres en toda su diversidad, con sus cruces racistas, clasistas y xenófobos. Con la convicción de que las políticas públicas deben profundizar las intervenciones estatales desde una mirada federal, interseccional e intersectorial, es indispensable defender lo logrado y trabajar colectivamente para su fortalecimiento y expansión.

Lejos de ser opcionales, las políticas contra la violencia de género deben ser una prioridad en el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado, y de manera muy especial en el actual contexto de crisis. Es prioritario continuar avanzando en estos aspectos ya que su prevención y atención temprana tiene un impacto positivo en mejorar la vida de las mujeres y diversidades y en reducir las brechas de desigualdad.