Mientras el mundo futbolístico se sacudía con la noticia de la partida de Lionel Messi del Barcelona y su fichaje en el Paris Saint Germain, la farándula se deleitaba pensando en el encuentro de Antonella Rocuzzo y Wanda Nara. En cuestión de minutos, los medios empezaron a plantear la supuesta rivalidad entre Rocuzzo, quien está casada con Messi, y Nara, casada con Mauro Icardi, nuevo compañero de equipo del 10 de la Selección argentina. Desde peleas por celos, por estilo,por supuestos gestos, palabras o buscando dobles significados, los medios una vez tomaron a dos mujeres y las enfrentaron impulsando esta idea de la rivalidad femenina.
Esta no es una práctica fuera de lo común en los medios de comunicación. Durante años hemos visto cómo se alimenta esta creencia de que las mujeres no pueden ser amigas entre ellas. Tanto en la prensa como en las películas, series, historias vemos cómo se reitera constantemente el patrón de mujeres enfrentadas por cuestiones superficiales como el aspecto físico o por la lucha de la atención de un hombre. Esta insistencia de la existencia de la rivalidad femenina se traslada a todo caso en el que dos o más mujeres deben compartir un mismo ambiente, puesto o incluso si tienen una relación con un hombre en común. Y no se atiene solamente al ámbito cultural o del espectáculo, sino que también lo vemos en la política. En cuanto Alberto Fernández asumió la presidencia hasta el día de hoy, vimos innumerables comparaciones (especialmente de belleza y estilo) entre Juliana Awada y Fabiola Yáñez.
Este mito de la rivalidad femenina construyó todo un estereotipo difícil de rebatir, que hace mella de la lucha feminista y alimenta la cultura machista y patriarcal. Por un lado presenta a las mujeres como enemigas naturales de ellas mismas y por el otro las reduce a simple objetos estéticos cuyo único interés es la lucha por la atención del hombre. Mientras que el feminismo trata de crear puentes y buscar la sororidad, los medios alimentan las batallas aprovechando estas supuestas peleas para vender sus productos mediáticos.
Los primeros reportes de la llegada de Rocuzzo a Paris apuntaron directamente a Nara. “Wanda-Antonella: se viene la guerra de estilos”, anunció Canal América, “Wanda destronada: llegó Antonella a Paris”, decía el programa Todas tardes de Canal 9, “Anto Rocuzzo y Wanda Nara: cuál es el origen de la supuesta rivalidad entre ellas”, tituló la Revista Caras. Mientras que se alaba constantemente la relación de amistad de Messi y Neymar (quienes según la lógica del deporte deberían ser enemigos acérrimos por ser de Argentina y Brasil respectivamente), a Antonella se le buscaron constantemente enemigas. Pero, ¿quién se beneficia de estas rivalidades?
La cultura machista nos enseñó que los varones juegan juntos, mientras que las mujeres juegan cada una con su propia muñeca. Para ellos las peleas son por cuestiones de honor, de quien es el más fuerte o más macho, mientras que para las mujeres las peleas son por quien es la más bella, la abeja reina o quien gana la atención de un varón. Todas estas ideas son sustanciales a la cultura machista quien crece y se afianza de la separación entre mujeres.
Con el paso de los años, las mujeres fueron saliendo de los espacios donde antes se las circunscribía. Desde las sufragistas hasta la ola verde alrededor del mundo, las mujeres fueron ocupando espacios en la política, el mundo laboral, sindicatos y la lucha por derechos. Estos logros y avances tuvieron su parte negativa por parte de una cultura machista que exige a las mujeres estándares más altos que les exige a los varones: no solo deben competir entre ustedes para conseguir un puesto de trabajo, sino que también deben demostrar ser las mejores madres, esposas, mantenerse jóvenes, sexys y atractivas. Todas esas exigencias son en comparación con otra mujer que está al lado de ella o que está representada en los medios de comunicación con estándares casi inalcanzables de belleza. A las mujeres se les impone, individualmente, ser la mejor del montón y si fallan son castigadas con el rótulo de “mala”, mala madre, mala esposa, mala amiga o compañera de trabajo.
En su charla TED, la activista feminista Chimamanda Ngozi Adichie afirma que en la sociedad no se impulsa la competencia entre mujeres por puestos de trabajos o por logros sino por la atención de los varones. La mirada masculina, que es la mirada primordial de la sociedad, siempre está presente en la forma en que se compara a las mujeres entre ellas, lo cual genera un ambiente propicio para la rivalidad. Cuando esta rivalidad llega a los medios de comunicación se alimenta la bestia del escándalo que es fundamental para vender noticias, revistas y programas de televisión.
Según la antropóloga mexicana Marcela Lagarde, la rivalidad entre mujeres “hace que se beneficien las estructuras del poder patriarcal, los machistas y las mujeres y hombres misóginos. Procuro y recomiendo no hacer relaciones rivales, sino aprender una nueva ética de apoyo, respeto y concordancia para estar mejor en las relaciones con mujeres y sacar provecho”.
Mientras la cultura mediática busca separar a las mujeres y convertirlas en enemigas naturales, el feminismo busca exponer la otra punta de la historia: la sororidad. Este concepto que hace referencia a una alianza intrínseca entre mujeres que favorece la confianza, el reconocimiento mutuo y el apoyo está tomando más fuerza con el paso del tiempo. El feminismo viene a romper estas ideas de rivalidad y avanzar a una hermandad con el fin de conseguir una sociedad más igualitaria en derechos.